LOCURAS Y MÁS LOCURAS DE AMOR


Estamos celebrando ya la Semana Santa o Semana Mayor. Se le llama así porque son los días más importantes del año para nosotros los católicos, es cuando conmemoramos el centro de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Hoy, Jueves Santo, celebramos el cumpleaños de dos sacramentos: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal.

Recordemos qué pasó en esa cena que cambió el rumbo de la historia, como nada lo ha hecho ni lo hará. Pareciera que Jesús después de 33 años de estar haciendo locuras de amor (Jn 13, 1), quisiera romper su propio récord. Llegan Jesús y los apóstoles al lugar donde celebrarán la preparación de la pascua y empiezan las muestras de amor, Jesús les lava los pies a sus discípulos. Ese era un trabajo denigrante, exclusivo de los esclavos, sólo podemos imaginar la impresión que este gesto causó en los apóstoles, pero así de grande era la enseñanza, en todo amar y servir. Vivimos en una selva donde manda el más fuerte, quien tiene más poder e incluso quien hace más trampas para conseguir sus objetivos, y ¡zaz! Viene Jesús y nos dice que para ser grandes a los ojos de Dios debemos amar hasta que duela, y después, seguir amando.

La noche sigue, todos disfrutando de una buena plática y los ritos correspondientes a la celebración. Cuando Jesús empieza a decir cosas raras, que un pan es su cuerpo y que el vino es su sangre. Muy probablemente los apóstoles no entendían qué pasaba; ya habían escuchado al Maestro dar todo un discurso después de la multiplicación de los panes, cuando decía: “Yo soy el pan de vida…” (Jn 6, 1ss), pero seguían sin entender plenamente el significado de aquellas palabras. Jesús no soporta la idea de dejar a sus amigos solos y desamparados, así que se queda en el pan. Y no sólo eso, también les da la orden de hacer ese mismo ritual para poder hacerse presente entre los hombres mientras haya sacerdotes. Dos sacramentos en uno, el Sacerdocio y la Eucaristía, certeza de que Jesús está siempre con nosotros. Está en el ministro, quien con sus consejos nos lleva por el camino del bien, y está en el pan y el vino. Él, a quien el universo entero no puede contener, decide hacerse lo suficientemente pequeño para caber en tu boca.

2000 años han pasado desde entonces y parece que no terminamos de comprender el concepto. La entrega de Jesús es total, se hace presente cada día en la Hostia consagrada, está ahí en el Sagrario esperando ansiosamente tu visita. Es ese amigo con quien probablemente hablas diario o de quien sólo te acuerdas cuando Facebook te recuerda su cumpleaños. Ve y visítalo, cuéntale tus penas, agradécele las bendiciones y pon en sus manos tus proyectos. Ve a misa, si ya lo haces los domingos, ahora intenta ir entre semana. Acércate a un sacerdote y pídele consejo para guiar tu vida por el camino del bien. En la Eucaristía encontramos el sentido de nuestra vida, es la muestra más grande de amor, es el amigo siempre presente, es el milagro más maravilloso; pero, así como es asombroso, es discreto, silencioso y paciente. El secreto para aprovechar al máximo este regalo es estar en constante comunicación con el Maestro, sólo así comenzaremos a ver la grandeza de su amor y nos dejaremos envolver por él.

Basta de ser católicos bajos en calorías, basta de ver la Semana Santa como una oportunidad para salir de vacaciones Aprovechemos estos días de recogimiento y oración para meditar sobre las locuras de amor que Cristo hace todos los días por nosotros y responder con la misma intensidad, es decir amar hasta el extremo.

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