DIOS TE NECESITA ¡AHORA!

Según el cierre de diciembre de 2014, la población mundial era de 7,160,739,000 personas, de los cuales 1,272,281,000 son católicos; y de esos, 415,792 son sacerdotes, es decir, hay un sacerdote para poco más de 3,000 católicos. Esto debe llamar nuestra atención, en primer lugar, imagínate conocer la vida de 3,000 personas distintas lo suficiente para poder aconsejarlas y guiarlas, y más aún, no todos los sacerdotes están en comunidades católicas, algunos están en los seminarios ayudando a preparar nuevas generaciones, otros más están profundizando sus estudios y un puñado más está en tierra de misión intentando llevar la nueva noticia a los casi 6 mil millones que todavía no pertenecen a la Iglesia de Cristo. 

Se ve complicado el panorama, ¿cierto? La verdad no debería serlo tanto, porque es ahí donde entramos los laicos. Muchas veces, al pensar en la Iglesia, nos imaginamos sólo a los padres y a los obispos y los hacemos los únicos responsables de todo lo que pasa en ella. Pero la realidad es otra. Somos más los laicos, por lo que podemos y debemos ayudar a la expansión del reino de los cielos. Nosotros llegamos a lugares a donde los sacerdotes y religiosos no pueden, empezando por el hogar. ¿Eres padre o madre de familia? Te toca dar el mejor ejemplo posible a tus hijos y a tu cónyuge. Eres estudiante, es tu deber ser el mejor estudiante y ayudar a tus compañeros tanto como puedas. ¿Ya trabajas? Es momento de dar siempre lo mejor de ti y buscar tu realización profesional, no a causa de los demás, sino con verdadero trabajo en equipo. De tal suerte que a quienes convivan con nosotros, de vernos tan felices se les antoje, y es ahí donde contamos nuestro secreto: Dios.

Si a tu testimonio de vida diaria le sumas la oración, verás como no hay dificultad que te pueda tumbar. Ya lo dice San Pablo en la carta a los filipenses: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4, 13). Teniendo una constante comunicación con Dios, seremos capaces de tomar decisiones que nos lleven a nuestra salvación y la de quienes nos rodean. Además, cuando sea el momento de la prueba, tendremos la confianza suficiente en nuestro Padre en que Él nos ayudará a salir victoriosos y con alguna virtud más desarrollada para nuestra salvación y servicio del prójimo.

Y si todavía ponemos la cereza del pastel y participamos en la pastoral de la parroquia, podemos contribuir todavía más a la construcción del Reino de Dios. Hay tantas cosas que hacer y a veces tan pocas manos. Dios te ha dado una gran cantidad de talentos y la Iglesia los necesita urgentemente. Arriba dijimos que poco más de mil millones de personas son católicas, pero sólo ¡alrededor del 10% va a misa los domingos! Necesitamos cada vez más de católicos apasionados con su fe, capaces de transmitir y contagiar la alegría del evangelio, que trabajen junto con sacerdotes y religiosos para hacer de este mundo verdaderamente un lugar mejor.


Dios te necesita para llevar esperanza y felicidad a quienes no la tienen. Ya tienes una infinidad de dones y virtudes, ¡no los desperdicies! ¡explótalos! El mundo está urgido de amor, y entre más llevemos ese mensaje, más rápido se propagará. A lo mejor lo tuyo es el cuidado de los enfermos, o a lo mejor la caridad, o tal vez te gusta proclamar su palabra… Esto es una de la muchas cosas que me gustan de la Iglesia, en ella todos cabemos. Sólo falta que te decidas a entregarte a ejemplo del maestro, hasta la última gota de tu sangre por amor a Dios y al hermano.

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