¡SÍ SE PUEDE SER SANTO!

A lo largo de nuestra vida siempre estamos buscando alcanzar objetivos; pasar una materia, graduarte, encontrar un trabajo, si ya tienes un trabajo obtener un mejor puesto, etc. Incluso en nuestra vida personal, ahora queremos tener pareja, después formar una familia y así sucesivamente. Pero yo me pregunto, ¿será que tenemos esa clase de aspiraciones en nuestra vida espiritual? Definitivamente deberíamos tenerlas y debería ser la misma para todos, alcanzar la santidad.

Suena complicado, y más si pensamos en los santos como personas perfectas que no conocieron pecado. Pero la verdad no es así. Los santos son personas como tú y como yo quienes tomaron la decisión de seguir a Cristo hasta las últimas consecuencias. Seguramente cayeron en muchas ocasiones, pero no permitieron que eso los definiera, por el contrario, encontraron en la oración fuerza para seguir adelante y no desfallecer en su misión.

A lo largo de la historia de la Iglesia nos topamos con santos de todos colores y sabores, hombres y mujeres; sacerdotes, laicos y religiosas; mártires y confesores, jóvenes y viejos, ricos y pobres… Dios no encasilla la santidad como una fórmula cuadrada y estricta, sino que a través de quienes somos se va manifestando para realizar su obra.

Si vemos por ejemplo en los principios de la Iglesia, encontraremos a uno de mis santos favoritos, San Pablo. Al leer el Nuevo Testamento aprendemos que Pablo era un joven judío sumamente inteligente y bien preparado que le tenía coraje a los seguidores de Jesús, al grado de perseguirlos para apresarlos. Tiene un encuentro profundo con Jesús y se convierte en uno de los más grandes predicadores en la historia de la Iglesia. Ese Pablo duro de carácter, determinado, se pone al servicio de Dios y logra grandes cosas.

Otra santa muy digna de admirar es la patrona de los misioneros, Santa Teresita del Niño Jesús. Una monjita que muere a los 24 años sin haber salido de su convento. ¿Cómo logró convertirse en patrona de los misioneros? ¡Fácil! Nunca dejó de pedir por ellos. Teresita, dentro de su convento se topó con una cita de la carta de San Pablo a los Corintios, donde compara a la Iglesia con el cuerpo y nos enseña que cada quién tiene una función muy importante pero diferente de la de los demás. Teresita no sabía cuál era su papel en la Iglesia, así que decide ser el corazón, amar a todos con todas sus fuerzas. 

Más cercanos a nuestras tierras mexicanas, tenemos a los mártires de la guerra cristera. Uno de tantos es el P. Miguel Pro. Todavía no lo declaran santo, es beato, pero definitivamente su vida es realmente ejemplar. Joven jesuita, sumamente alegre, a cualquier situación le encontraba la forma de convertirla en chiste y hacer reír a todos quienes lo rodeaban. Finalmente muere fusilado, acusado de un crimen que no cometió, con los brazos en cruz con un crucifijo en una mano y el rosario en la otra.


Y así como estos ejemplos encontramos miles, y esos sólo de los que tenemos registro. ¡Cuántos no han alcanzado la santidad sin haber llegado a los altares! Entonces, si todos ellos pudieron, ¿qué te está frenando para segur sus pasos? No importa cuál es tu situación, tu personalidad, tu vocación. Entre tantas y tantas filas de santos, todos tienen una cosa en común, el amor. Toda nuestra vida se debe resumir a amar tanto como podamos, y después un poquito más. En primer lugar ama a Dios, tu creador, quien te ha dado todo, enseguida, ama a su madre. San Luis de Montfort decía que cuando Dios quiere hacer a alguien santo, lo hace devoto de la Virgen. También ama a tu prójimo, te caiga bien o no. Probablemente esto sea lo más difícil, pero debemos aprender a ver en el otro el rostro de Jesús. Y por último, pero no por eso menos importante, ámate a ti mismo. Nadie puede dar lo que no tiene. Así que hoy haz el propósito, llénate del amor de Dios, para que desde tu realidad puedas llenar de amor a todos y así lograr el objetivo que más vale la pena de todos, la santidad.

Comentarios