¿PARA QUÉ ME CONFIESO?

Hace poco estaba en misa, formada para confesarme y ahí al inicio de la fila, vi unos trípticos con guías para hacer un examen de conciencia, tanto para adultos como para niños. Tomé uno y mientras lo leía me percaté que delante de mí había dos niñas y ambas tenían en sus manos dicho tríptico y lo leían para hacer una mejor confesión. Llamó mucho mi atención cuando una de ellas se sorprendió al leer que el sacerdote le iba a preguntar cuánto tiempo tenía sin confesarse. Tal fue su asombro que le dijo a su compañera: “¿En serio me van a preguntar eso? La última vez que me confesé fue cuando hice mi primera comunión, cuando tenía 8 años ¡y ya tengo 12!” Me quedé pensando en la razón para dejar tanto tiempo sin acercarse al sacramento. La verdad dudo que sus pecados fuesen muy graves, pero ¡¿por qué dejar pasar 4 años para hablar con tu mejor amigo?! Tal vez fueron sus padres, tal vez fue ella misma, no lo sé, lo que sí sé es que este tipo de situaciones son más comunes de lo que deberían.

A lo largo de mi corta (así es, muuuuy corta) vida me he topado con mucha gente a quien no le gusta confesarse. Los pretextos son muy variados, pero a mi consideración quien se lleva el premio es: “Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre igual o más pecador que yo?” Pero me pregunto, ¿será esa la verdadera razón por la que alguien no quiere confesarse? o ¿habrá algo más profundo?

Imaginemos algunos casos de la vida cotidiana, por ejemplo un niño que rompe algo en casa, lo primero que hace es tratar de ocultarlo, o una persona se equivoca en su trabajo y procura que su jefe no lo note. ¿No será que reaccionamos de la misma manera con Dios? Nos da pena o hasta miedo aceptar cuando nos equivocamos, pero sólo cuando el niño le dice a la mamá que rompió algo es cuando se puede volver a comprar, o cuando quien se equivoca en la oficina lo dice a las personas correctas, se puede solucionar el problema. 

Con Dios pasa lo mismo, bien dicen que el primer paso para resolver un problema es admitir que lo tienes. Y en parte eso es lo que nos permite hacer la confesión. Primero se trata de cuestionarnos si estamos siendo la mejor versión de nosotros mismos, y de no ser así, identificar en qué podemos mejorar. No se trata de vivir en la equivocada idea de que porque no matamos, no robamos y sólo decimos mentiras piadosas no necesitamos confesarnos. Al contrario, nuestro objetivo en la vida debe ser siempre mejorar, buscar qué virtud no hemos logrado perfeccionar, en cuál tentación seguimos cayendo para así llegar a ser santos.

Gracias a Dios, he tenido formación religiosa prácticamente toda mi vida, sin embargo a lo largo del tiempo en varias ocasiones he dudado en acercarme al sacramento. A veces por pena (si es tu caso, busca un sacerdote que no te conozca), a veces por sentir que yo puedo sola con todo (eso en sí mismo en un problema de soberbia, causa para confesarse…), a veces simplemente por berrinche. Pero curiosamente, todas las veces que he dejado de lado mis tontas excusas y me he acercado al confesionario, he encontrado ahí a Jesús feliz de la vida porque regreso a Él y las recompensas, ¡bueno! ¡imposible numerarlas!


Hoy quisiera invitarte a que te quites ese miedo, pereza o lo que sea que te impide acercarte al sacramento. A lo mejor el sacerdote ha hecho cosas peores, pero eso no viene al caso, el que te perdona es Jesús, sólo necesita un emisario que podamos ver para que le creamos. Si tu miedo es el qué dirán, te prometo que el sacerdote no se va a escandalizar de tus pecados, seguro ha escuchado peores. Ya verás, si te acercas con sincero arrepentimiento y ganas de mejorar en tu camino a la santidad, el 100% de las veces saldrás de ese encuentro con Jesús, renovado, con consejos que a lo mejor ni sabías que necesitabas, con toda la pila para ser la persona que Jesús quiere que seas. Es momento de aceptar la invitación de Jesús, déjate apapachar por Él, a lo mejor, si lo necesitas, entre apapachos te da alguna nalgada, pero siempre ten muy claro que el objetivo es tu felicidad y tu salvación. Basta ya de pretextos, Cristo te espera en en confesionario, ve con Él.

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